Necesito un cambio

NECESITO UN CAMBIO

¡Cuántas veces se nos habrá pasado por la cabeza! En esos momentos en los que sientes que te desbordas, que todo te aprieta, te agobia. Crees que nada puedes hacer para bajar la presión que tienes encima. Todo a tu alrededor son obligaciones, responsabilidades, plazos, personas que dependen de ti. Tú siempre estás al final de esa interminable lista. Nunca encuentras el momento para detener esa maquinaria… Si te paras, te arrolla.

No soy terapeuta experta en asesorar sobre cambios de estilo de vida, pero, sí puedo explicar mi testimonio. En mi caso personal, he lidiado con muchas situaciones «límite», que me han impulsado a tomar decisiones drásticas. Casi siempre, la toma de decisiones, implica que cambie todo tu mundo. En esta entrada, voy a dar mi punto de vista sobre la necesidad de un cambio de vida. Para hacerlo más dinámico, lo explicaré mediante preguntas y respuestas.

¿Cuándo sé que necesito un cambio?

Si realmente necesitas un cambio de estilo de vida, lo sabrás. Será el momento clave en el que ya no podrás más, literalmente. No dejarás de pensar en ello, no podrás conciliar el sueño, te costará hacer las tareas cotidianas porque no le encontrarás el sentido a nada, te sentirás abatido/a y no sabrás el motivo. Puede ser que, incluso, se vea comprometida tu salud. Únicamente tendrás una idea constante en tu cabeza: «necesito cambiar mi vida». Sin más.

¿Cómo empieza?

La sensación de agobio por cambiar de vida, puede ocurrir, de repente, cuando empiezas a ser consciente de tu edad y de que tu vida no está en el punto que querías. Una crisis personal, que le llaman. También puede ser que te ocurra algo grave —un problema de salud, la pérdida de un ser querido o ambas—, que te dispare esa inquietud. O, simplemente, te has cansado de tu rutina y sientes que ya nada tiene sentido. A menudo, lo que necesitamos para plantearnos cambios importantes en nuestra vida, es tocar fondo.

¿Por dónde empiezo?

Una vez tengas claro que necesitas un cambio significativo en tu vida, hay que ponerse manos a la obra. Se empieza por el principio: planeando hacia dónde quieres ir. Créeme, no es fácil. Haz un plan con todos los detalles que quieres incluir. No tienes por qué tenerlo todo atado, ni siquiera lo pretendas. Lo que te recomiendo que hagas es visualizar cómo quieres ver tu vida en un plazo relativamente corto: un cambio de trabajo, de residencia, dejar atrás una relación, pasar página con algo que te atormenta… O todo a la vez. Haz una planificación con un objetivo asumible y concreto, que cumpla con tus mínimos. El tipo de objetivo lo marcas tú. En mi caso, necesitaba un cambio radical y completo: cambio de trabajo, de residencia, de estilo de vida y dejar atrás muchas cosas que me hacían sufrir. Lo cambié todo menos la pareja.  Ni siquiera planifiqué cómo hacer nada de eso. Lo único que tenía claro es que quería viajar por un tiempo y vivir sin prisa.

¿Cómo alcanzo mi objetivo?

Cuando tengas un objetivo que conseguir, el siguiente paso será: cómo llegar hasta él. Si realmente lo deseas y sientes que te motiva de verdad, se te ocurrirán las formas de conseguirlo. Ya sea porque veas oportunidades que antes no eras capaz de ver o porque las generes tú, pero, verás que, sin darte cuenta, irás avanzando, paso a paso, en la dirección correcta. No te voy a decir que es fácil ni tampoco que, por arte de magia, todo se va a resolver solo. No. La verdad es que lo pasarás mal, creerás que todo lo que piensas es una tontería, que no es realista y hasta te sentirás fatal por no hacer lo que se supone que tienes que hacer. Salirse del molde es… Precisamente eso, apartarse de la corriente, aunque todos los demás crean y opinen que no es lo correcto. Por cierto, ¿qué es lo correcto y lo incorrecto? ¿Quién lo dice? Lo que para mí es bueno para ti, puede ser malo o al revés. Lo bueno y lo malo son percepciones personales. Tú a lo tuyo. Sigue adelante con lo que pretendes. Te aseguro que lo conseguirás hacer, por muy difícil que parezca al inicio.

¿Y si me equivoco?

¿Y si no me equivoco? ¿Y si se equivocan los demás? ¿Y si me muero mañana? ¿Y si no me muero? Puedes hacerte tantas preguntas como quieras. La respuesta a esa pregunta es: miedo. Todo es miedo. Tenemos miedo al cambio, a soltar, a avanzar, a aprender, a vivir. Es normal plantearse tantas cosas antes de cambiar un estilo de vida por otro. Todos los cambios llevan aparejada una buena dosis de miedo e incertidumbre. Las personas tendemos a generar rutinas para creer que lo controlamos todo. Pensamos que, en nuestro micromundo, lo tenemos todo atado, sin posibilidad de errores. Así, vivimos más tranquilos, sin tener que molestarnos en resolver una incomodidad. Bastante tenemos con trabajar casi todo el día en algo que no queremos o para alguien que ni siquiera conocemos. Por lo menos, mis pocos ratos libres, los quiero aprovechar «a tope»: salgo a comer o cenar, bebo, fumo, hago el poco deporte que puedo solo si tengo ganas y fuerzas, me hincho a ver series y todo tipo de actos compulsivos. No es una crítica, es una realidad de muchas personas. Muchísimas. Yo también he sido así, como todos, hasta que un día decidí que ya no quería más de eso. Me aburría. ¿Me he equivocado? No lo sé, no me lo planteo. ¿Me arrepiento? No. ¿Es fácil cambiar de vida? No. ¿Volvería a mi vida anterior? Ni loca. ¿Hacia dónde voy? Ni idea.  ¿Soy feliz? Mucho más que antes.

¿Es cuestión de suerte?

A lo largo de mi vida, he escuchado muchas veces eso de: «¡qué suerte tienes!», o «claro, para ti es fácil, porque no tienes hijos». Bueno… Aquí hay mucha tela que cortar. Primeramente, creo que la suerte es un 1% de lo que hacemos en la vida. Realmente, estamos haciendo hoy lo que nos hemos ido trabajando desde tiempo atrás. Todo lo que hacemos en nuestra vida, es voluntario. Nadie le pone una pistola a nadie en la cabeza para trabajar donde trabaja, ni para tener hijos —o para no tener— ni para vivir donde vive. Son decisiones libres y voluntarias. Si lo que tienes no te convence, cámbialo. Todas las frases que se te ocurran en la cabeza, son excusas. Es más fácil culpar a otro de lo que no te gusta, que asumir que el único culpable de tu situación eres tú. A mí, no me gustaba lo que hacía y, por eso, durante años, renuncié a mi vida social y personal por estudiar una carrera, un máster, un doctorado, mientras trabajaba más de 9 horas al día, de lunes a viernes. El poco tiempo libre que tenía era para adecentar mi casa y llenar la nevera de comida. Hubiera sido más fácil rendirme y quejarme de mi mala suerte, sentada en un bar con una amiga, poniéndome hasta arriba de vino o cerveza —aunque es una terapia estupenda—, pero decidí responsabilizarme de mi vida y mis decisiones. Y no fue fácil. Lloré mucho por cansancio, por soledad y por incomprensión. Pero salí de eso y conseguí lo que me propuse en aquel momento. Y me di cuenta de que podía alcanzar lo que yo quisiera, por mí misma. Perdí mucho miedo por el camino y gané valentía. Después de aquello, me reté a mí misma, planteándome nuevos proyectos, cada vez más arriesgados y difíciles. Algunos ya los he conseguido. Otros, todavía no, pero sigo esforzándome. Cambiar de vida es lo más difícil que he hecho nunca. No, no es cuestión de suerte. Es cuestión de esfuerzo, inconformismo, sacrificio y lucha con tus miedos, con tus propias críticas y tu maldita locura, con las envidias y los celos de los demás. Pero la recompensa personal es enorme y todo vale la pena.

¿Un consejo?

Arriesga. Se dice que «quien no arriesga, no gana». Yo añadiría que, quien no arriesga, no gana, ni pierde ni nada. Si no haces nada, no pasa nada. Todo seguirá así. En definitiva, se trata de que cada uno encuentre la plenitud en su vida. Hay muchas personas felices con su estilo de vida rutinario y convencional. ¡Eso es estupendo! Ojalá yo hubiera encontrado mi lugar a la primera o a la segunda, pero, no fue así. No quise rendirme y por eso sigo en constante cambio. Soy muy inquieta, me encanta el movimiento y disfruto encadenando un proyecto tras otro. No siempre salen bien, pero no siento que haya errores. Estoy aprendiendo mucho cada día y para mí, eso es un lujo. Detesto las situaciones estáticas y las cosas inamovibles. Creo firmemente que nada dura para siempre y que los cambios siempre son oportunidades, a pesar de que nos dejemos más de una pluma por el camino. ¿A quién le importa?

error:
Scroll al inicio